La pandemia nos ha dejado, además de mucho dolor y algunas enseñanzas, un cambio de costumbres y reflexiones sobre nuestra forma de vida. Nos ha hecho replantearnos prioridades y a quienes viven en grandes ciudades les ha mostrado lo que es vivir más lento. Algo que saben de sobra quienes se encuentran en el ámbito rural.
El éxodo del campo a la ciudad surgió en Revolución Industrial y fue especialmente destacado a partir de la segunda mitad del siglo XX. Los pueblos quedaron abandonados por quienes veían en la gran urbe una oportunidad de mejora. Diversidad de empleo, disponibilidad de servicios y un modo de vida diferente, un punto más improvisado y vibrante, eran los grandes incentivos que empujaban a la gente a abandonar las aldeas que los vieron nacer para empezar una nueva vida en la gran ciudad.
Cambio de tendencia
Tras unas décadas en las que la España vaciada tomó forma, algo empezó a cambiar hace unos años. La puesta en valor de la vuelta a los orígenes, la creciente apuesta por el cuidado medioambiental y la necesidad de reconectar con personas y paisajes marcaron la decisión de quienes decidieron dejar atrás las ciudades y regresar a los pueblos. En la mente de todos ellos una misma meta, la misma que impulsó al éxodo en sentido inverso: llevar una vida mejor.
Fue en ese punto de inflexión donde también empiezan a proliferar las casas rurales, que comienzan a ofrecer aquello que los urbanitas no pueden disfrutar a diario. Algo que en Graña da Acea se conoce bien: el silencio, levantarse sin prisas, desayunar con calma, enamorarse del paisaje y disfrutar de las cosas pequeñas. La vida a otro ritmo. Otras sensaciones.
Una decisión frente al coronavirus
Con la alerta sanitaria provocada por el Covid-19 se ha vuelto a poner la mirada en el campo. El confinamiento en las grandes ciudades se vivió con angustia, en edificios que no cumplían unas condiciones óptimas para pasar tantas horas. Pisos interiores, sin ventilación, escasos metros cuadrados… aspectos que antes pasaban inadvertidos y que ahora tomaban la máxima relevancia.
La posibilidad del teletrabajo, unida a la necesidad de poder disfrutar al aire libre y en contacto con la naturaleza, o el plan de montar un negocio rural y encarar la vida sin tantos encorsetamientos, está haciendo que muchas familias cierren la puerta de su vivienda urbana y elijan vivir en los pueblos.
El País Semanal, en el artículo La Utopía Urgente de Volver al Campo, de Pablo de Llano, cuenta el ejemplo de varias familias que cambiaron un pequeño piso en la gran ciudad por un entorno rural. Si son ejemplos de una idealización de la vida rural como consecuencia de la pandemia o son el pequeño germen de un nuevo éxodo solo el tiempo dirá.
Un futuro mejor y más consciente
Mientras tanto, las casas rurales siguen siendo la oportunidad de escaparse del ambiente urbano más agobiante. Lo que proponen es tan simple como respirar. En el caso de Graña da Acea, en Monfero, el atractivo lo conforma una casa de piedra del siglo XVII, luminosa, amplia, rodeada de más de seis hectáreas de jardín, prado y monte, y un valle como prolongación del Parque Natural Fragas do Eume. Un paraíso natural que invita a descansar de todo lo vivido y coger fuerzas.
Graña da Acea es una casa familiar al arrullo de un río. El lugar perfecto para soñar con el inicio de un futuro mejor, más tranquilo y consciente, en estrecho contacto con la naturaleza. Una estación de paso para indecisos u ojeadores del horizonte del cambio. La atalaya perfecta para inspeccionar la zona, sopesar opciones y calcular posibilidades. O tal vez el punto de inflexión que permita reunir el valor para tomar la decisión de volver a los orígenes, poner en una balanza todas las lecciones aprendidas de la pandemia… y simplemente comenzar a vivir.
Si eres de los que necesitan un cambio puntual o permanente en tu vida, ven a visitarnos.
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